Mujeres
Mujeres del IO
Palmira Pérez Contel
Amparo Ramírez Guía
Asunción García Extremeño
Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila,
Maria Zambrano.
La mujer republicana había desembarcado en la sociedad con pleno derecho. El deseo de acceder a una cultura igualitaria era enérgico y su práctica, en el primer IO mixto y coeducativo asegurada el futuro de las jóvenes. Con esa intención ingresaron las 13 primeras alumnas. En el segundo semestre accedieron 19, incrementándose la cifra en el siguiente curso.
La Agrupación de Mujeres Antifascistas tuvo mucha significación y estaba incluida entre las organizaciones que proponían candidatos. La Federación de Mujeres Libres aconsejaba el estudio preparatorio en sus locales. En la revista Mujeres Libres, número 11 de 1938 encontramos esta reseña clarificadora del interés que desde el sector libertario se tenía hacia los Institutos Obreros.
En el Casal de la Dona Treballadora, de Barcelona, en los Institutos Mujeres Libres, de Madrid y Valencia, en las escuelas y clases organizadas por todas nuestras Agrupaciones de las diversas localidades se destaca un sentido hondamente social y un sentido propósito de servir a las urgentes necesidades del momento. Capacitar el mayor número de mujeres para el fin inmediato de ayudar a ganar la guerra y para la propia liberación de la mujer, es la tarea apasionada de todos esos centros, de todas estas clases. De sus planes de enseñanza, amplios y adaptados a las características de cada localidad, se intensifica actualmente la preparación, en cursos intensivos, de enfermeras y puericultoras, los peritajes de pequeña mecánica y electricidad, los cursos de agricultura y avicultura sin abandonar nunca aquella nuestra cruzada de redención de analfabetas que, en nuestras clases, por centenares, van dejando de serlo.
Una de las finalidades más interesantes de la obra cultural Mujeres Libres es preparar adecuadamente a las muchachas proletarias para su ingreso en los Institutos Obreros. Estos Institutos no podrían cumplir sus fines sin una labor de preparación previa en un sentido no solo de facilitar los conocimientos concretos más indispensables, sino de formación espiritual y social; y, para esto, no sirven de ninguna manera las consabidas academias preparatorias, que mediante una cuota más o menos asequible se limitan a proporcionar a los alumnos los trucos mecánicos más útiles para pasar el examen.
En todos nuestros centros, en cada localidad, en cada barriada, se da una preparación complementaria por medio de conferencias y charlas semanales, que van introduciendo a las alumnas en los problemas generales de nuestro mundo cultural y social.
El Instituto era un espacio tolerante y neutral que fomentaba la igualdad. La representatividad del alumnado femenino fue muy notoria. A punto de acabarse la guerra Paquita Oliveros y Ofelia Moscardó fueron las dirigentes de la FUE.
Palmira Pérez Contel, testigo de excepción de la experiencia educacional, desde su cargo de secretaria administrativa, realizó un cursillo teórico y práctico para aprender a conducir, como nos cuenta con sus espléndidos noventa y cuatro años:
Todos y todas teníamos que hacer lo posible por ganar la guerra. Quería ser útil. A principio del año 1938, me dijeron que si aprendía a conducir podría hacer servicios de retaguardia, con el fin de desempeñar los puestos ocupados por compañeros movilizados en las unidades militares… y lo intenté… intenté aprender y ¡casi atropello a los alumnos cuando conducía un camión haciendo las prácticas!
En el diario Verdad del día 26 de marzo de 1938 encontramos la siguiente referencia de las estudiantes del IO:
[…] Las diferencias de sexo no median en esta emulación de arrestos juveniles. Todos han formado en las comisiones, a que nos referimos. Y como dato de valía, hay que hacer público -y ojala pudiera ser con letras de oro- que en veinticuatro horas han cubierto veinte plazas de chóferes, que había disponibles. Ellas. -Claro, ellas-. Nuestras valientes muchachas.
Para estar en el Instituto había que esforzarse y ellas lo hacían. Sabían que representaban un cambio en la historia y estudiaban con el mismo tesón o más que sus compañeros. Eran iguales en todos los sentidos. Un nuevo modelo de mujer. Ángeles Espí resume el espíritu de las jóvenes alumnas:
Sentíamos que otro mundo era posible. Por primera vez en España formábamos parte activa de la sociedad, con relaciones libres, como única religión la civil. La moral nuestra propia conciencia y dignidad. Dueñas y protagonistas de nuestra vida, vivida en primera persona.
En una ocasión un grupo de estudiantes llegaron tarde a una excursión, a 12 kilómetros al sur de Valencia. Un alumno viendo como se alejaba el autobús se giró mirando a sus compañeras lamentándose de que fueran chicas. A Amparo Ramírez le falto tiempo para contestar que si él podía ir andando ellas también. Varias horas más tarde, ese grupo de jóvenes, se encontraron con el resto de sus compañeros y profesores en las dunas del Saler.
Las mujeres se habían convertido en la vanguardia que luchaba en la retaguardia trabajando y estudiando. Realizaban colectas para ayuda a los niños refugiados en las Colonias Escolares dependientes del MIP y Sanidad. Preparaban las despedidas de sus amigos y compañeros que partían hacia el Frente. Visitaban a los heridos en los hospitales, organizaban rifas con el fin de comprar material didáctico o tejían suéters para los soldados y, en más de una ocasión, consolaban y auxiliaban a los padres y familiares de los compañeros fallecidos en la contienda. Escribían cartas de amistad a sus camaradas que luchaban por la libertad, que hoy se han convertido en crónicas que trazan un mapa de la situación que vivían:
Carta de Irene Ruiz a Ismael Latorre, 7 de julio de 1938.
El fin se acerca; los días de paz y de sol alumbrarán nuestra querida y desgraciada patria. […] Aquí en el Instituto se pasa bastante regular, claro que las bromas y juegos que armábamos de cuando en cuando, se han acabado. […] Tenemos que lamentar la pérdida de nuestro querido compañero Floreal Valero, murió en el frente, en un avance […] Si no tienes papel, deshaces el sobre de esta carta, y con las trazas mágicas de tu glorioso pincel (no dirás que no me ha salido bien) reproduces el paisaje y me lo mandas. […]
Espero tu carta con ansiedad y espero verte pronto.
¡Un gran saludo a los heroicos combatientes de la libertad y la justicia!
A mediados de 1938 ayudaban a construir zanjas de seguridad, a modo de trinchera, ayudando a sacar la tierra en capazos que volcaban en el suelo. Apadrinaban a jóvenes soldados. Las madrinas de guerra eran las encargadas de estimular moralmente, de enviar paquetes para asistir a las mínimas necesidades que se requerían: sobres, pequeñas piezas de abrigo, hojas de afeitar… noticias de amigos y el ánimo y el agradecimiento de todas las compañeras y compañeros.
Carta de Irene Ruiz a Ismael Latorre, 22 de septiembre de 1938.
[…] Estuve en el frente el domingo. Me han hecho madrina de una compañía perteneciente a un batallón de Zapadores, el 12º, que ha ganado un premio ofrecido al mejor batallón de ingenieros. “Estoy muy orgullosa” […]
Tengo obligación de estudiar, ya que otra cosa, sería desprestigiar a nuestro querido Instituto […]
Por desgracia no hay aspirinas. Hace tiempo que no veo. […]
Acuérdate de escribirme enseguida.
Carta de Irene Ruiz a Ismael Latorre, 1 de septiembre de 1938.
[…] Sé que estás padeciendo por la causa del pueblo. Ya comprendo, que en el Frente es diferente. Pero ¿no se te ocurre pensar nunca en cuando acabe la guerra? Sin vejaciones, agresores, sin miserias, libres, felices. Piensa en tus padres con una vejez tranquila, sin trabajar (tú has de hacerlo para ellos) y con el orgullo de decir: mi hijo, un chiquillo, cumplió como los buenos. ¡Que mayor satisfacción para los pobres viejos! Luego el Instituto ¡nuestro querido Instituto! Con su tranquilidad, sus libros, sus profesores, ¡que alegría! Solo de pensarlo me emociono. […]
Y nada más Ismael. Tengo mañana ejercicio de Física y el sábado de Geografía e Historia. ¡Ánimo en la lucha! ¡Todo por la victoria!
Un fuerte abrazo para ti y un saludo a todos los combatientes.
Tu condiscípula.
Las mujeres, en los últimos meses de 1938 eran la mayoría del alumnado y pasaron a formar parte de un voluntariado más activo: aprendiendo a conducir ambulancias o como enfermeras. Varias alumnas inauguraron, como sanitarias, el Hospital Provincial de Guerra de la Zona de Levante en la Facultad de Medicina, terminado rápidamente para ese fin. Entre ellas Amparo Ramírez que dejo de estudiar para poder atender mejor a los heridos.
Cuando sonaba la alarma que anunciaba los bombardeos, algunas jóvenes se dirigían a un lugar habilitado como refugio dentro del Instituto. Según Juana Ramos: casi todas preferíamos desafiar a las bombas quedándonos en el exterior del Centro. Y evoca, con sonrisa de complicidad, “una escapada” a la playa de la Malvarrosa. Un espléndido y soleado día del mes de enero de 1939 decidieron subir a un tranvía, -que se llenó con las estudiantes-, para disfrutar del buen clima, acercarse al mar y bañarse con la alegría de sus jóvenes años. Pasando a recordar que mientras esperaban el inicio de las clases del último semestre -que correspondía al año 1939- y siempre pensando en la posibilidad cada vez más lejana, ella y Asunción García ejercieron de improvisadas maestras en una colonia de niños refugiados en Monforte del Cid (Alicante). Se acercaba el fin de la guerra pero en el IO nadie quería creerlo, no podía ser que esa obra de bien, cabal y de sentido común -que con el tiempo recordarían como los días más felices de sus vidas-, no pudiera continuar si ganaban los fascistas.
Del IO surgieron varias parejas que con los años pasaron a ser matrimonio y cuentan, con cierto orgullo, que ninguna de ellas se quedó embarazada: en el IO, se enseñaba a ser una persona de bien.
El cuarto semestre no pudo iniciarse y a las pruebas de aptitud que se realizaron, se presentaron mayoritariamente mujeres.
La nueva articulación social surgida con la Segunda República, respetando las formas democráticas e iniciando el recorrido hacia la igualdad, tuvo el contrapunto cuando finalizó la guerra. La represión psicológica fue lo peor que el régimen de Franco provocó en “nuestras chicas”, que sentían el dolor familiar y personal encarnado en novios y amigos. Unos exiliados, otros en prisión y otros muertos en el Frente o en manos de la dictadura, tanto de miseria como fusilados. Se sentían impotentes ante la injusticia. Sin recursos económicos, ni trabajo digno -el dinero republicano no valía por lo que todos pasaron a ser pobres con todas las privaciones de los perdedores.-
Cuando acabó la guerra fueron doblemente negadas, como estudiantes republicanas y como mujeres con aspiraciones de libertad. Perdiendo la guerra, perdieron los derechos que habían logrado. Aún así las jóvenes que estudiaron en el IO, esa generación sacrificada, tenían por ese motivo y tienen un sello especial que las identifica como mujeres progresistas que inculcaron nuevos valores en la educación de sus hijos, mientras se consolidaba la dictadura franquista.
Varias de ellas se exiliaron a Francia; Pilar Medrano, dirigente comunista, hermana de Trifón Medrano -responsable de la unificación en 1936 de las juventudes socialistas y comunistas- Benigna Gálvez, novia de Manuel Villar, -director del diario anarcosindicalista Fragua Social- junto a varias compañeras: Carmen Bernial, Amparo Montesinos Lídua Sánchez y Aroma Llorens, intentaron salir por el puerto de Alicante quedando atrapadas entre las tropas italianas y llevadas a campos de concentración. De todas ellas Ángeles Espí fue la única que el 28 de marzo de 1939, a las 11 de la noche, consiguió embarcar en el Stanbrook, dirección a Orán (Argelia). El destino de todas las alumnas de los Institutos tuvo similares características. Rafaela Torrijos desde el IO de Madrid intentó salir de España por Alicante. Adoración Sánchez del IO de Barcelona se exilió a Francia. Rosa Homs, del IO de Sabadell, se responsabilizó en proteger a sus compañeros, haciendo frente a una nueva vida renunciando a muchos sueños. Ellas son botón de muestra. Las demás se silenciaron.